Cuando Seix-Barral era Seix-Barral, cuando su premio era serio y los narradores latinoamericanos tenían un lugar preponderante en su catálogo, se publicó por primera vez "El beso de la mujer araña", de Manuel Puig. Han pasado algo más de 35 años de esa primera edición y el libro sigue siendo totalmente actual, tanto que ya lleva seis reimpresiones desde su última edición de bolsillo, el año 2006. Es decir, y haciendo unas matemáticas no muy complejas, una reedición por año.
Leí por primera vez este libro el año 1996, en Göttingen, y ya entonces me pareció una novela excelente. Quise releerla este año y me encontré con que toda la experiencia acumulada desde entonces en absoluto le quito mérito a esa primera lectura, pues me encontré con el mismo gran libro. Y por ello quiero compartir con ustedes aquellas cosas que creo fundamentales, ya no para un lector cualquiera, sino también para nosotros, los que seguimos persistiendo en esta labor de la escritura.
Pienso que a estas alturas no hay nadie que no se sepa la historia: un preso político y un preso homosexual coinciden en una celda durante la dictadura argentina. El preso político escucha las historias del preso homosexual, primero, sin mucho interés, luego, interesándose un poco, y al final, ya totalmente implicado. Pero esta implicación es de ida y vuelta, y lo que parece al principio una "red" del preso homosexual para atrapar al preso político, lo es también a la inversa, lo que llevará al desenlace de la historia.
Lo primero que llama positivamente la atención es que Puig, a pesar de haber estado influido de una manera fundamental por el mundo kitsch, crea una novela sólida, nada cursi ni sensiblera. Al contrario, hoy en día hay una serie de autores pertenecientes al mundo homosexual que deberían leerlo, para salir de esa especie de novelitas harlequín que escriben. En el mundo de Puig no hay nada que diferencie en su calidad ética a un homosexual y a un heterosexual: su hombría y feminidad, sus principios en nada diferencian a una opción de otra, que, por lo demás, es lo natural.
Otro elemento más que importante es la actualidad del tema. Pareciera que la tortura, la prisión injustificada, la traición y la nobleza, los ideales por un mundo mejor nos quedan lejos, pero la verdad es que no es así. Allí están los CIEs o la Primavera Árabe, por no nombrar el 15-S. La novela del autor argentino puede leerse en clave humanista y reivindicativa, donde en los peores momentos el ser humano que llevamos dentro sale a flote por sobre los intereses particulares.
Pero hay algo que me interesa casi más que la temática del libro y es la arquitectura que plantea el autor, la manera de construir, entregarnos la historia. Puig es un autor influido de manera directa por los transgresores que fueron Joyce, Woolf, Faulkner, además de el universo cinematográfico, que adoraba. Por eso no es raro que la novela esté sostenida a través del diálogo de los dos personajes, lo que nos acerca irremisiblemente al mundo del guión, al que estaba tan cercano. Parece una contradicción anotar como muestra de la calidad del texto su escritura dialogada cuando en innumerables ocasiones me habrán escuchado decir que si el diálogo es poco, mejor. Pero sucede que estos, en su mayoría, son unos falsos diálogos, debido a que se tiende a que uno de los dos protagonistas cuente una historia subsidiaria dentro de su parlamento, que puede ser el argumento de una película o las razones que los han llevado a estar donde están. Así las cosas, en realidad la narración avanza dentro de los diálogos mismos y estas narraciones casi siempre tienen algo que ver con el tema, la idea profunda que Puig nos quiere transmitir a través de la historia.
Los diálogos que mantienen la historia no es lo único novedoso del texto. El autor recupera un recurso clásico, pero poco usado en la actualidad, redireccionándolo. Se trata de los pies de página, usados ya por Papinni, reforzados por Borges o por Calvino. En ellos, suele tratarse de un juego donde enmascaran falsedad literaria, dándole tintes de verdad (todo siempre muy verosímil), pero Puig directamente cita textos científicos o socioantropológicos donde se inside de manera directa en la normalidad del comportamiento homosexual, transformándose esta parte de la novela, en una reivindicación, totalmente actual, de los derechos y más esencialmente, de la sensibilidad del mundo homosexual.
La arquitectura interna del texto no acaba aquí: el autor también utiliza supuestas transcripciones interrogatorios policiales, seguimientos de los aparatos del estado, monólogos interiores de los personajes en la hora de la vigilia, pensamientos en medio de los diálogos, conversaciones telefónicas, etcétera, transformando la novela en un pastiche de diversas técnicas no necesariamente narrativas, lo que le da al texto una densidad, un relieve y textura que hacen más interesante de leer y, al mismo tiempo, le restan monotonía y amplían las perspectivas de lectura.
Todo esto hace que la novela sea más que una narración lineal, más que una peripecia, y que se quede de una manera más eficaz enraizada en nuestra memoria lectora.
Vuelvo aquí al comienzo, donde señalaba que desde el año 2006 se ha reeditado seis veces el libro en su última edición de bolsillo. Agrego el dato de que paralelamente se ha seguido comercializando la edición en rústica, que también se ha tenido que volver a imprimir en algún momento, por lo menos dos o tres veces, pues siempre está disponible en librerías. En un tiempo en el que las editoriales, entre ellas, la misma Seix-Barral, buscan editar libros para los que no leen y buscan historias lineales rechazando cualquier búsqueda estructural que pueda "confundir" a su "no-lector" habitual (por no decir, "analfabeto funcional habitual"), obras como "El beso de la mujer araña" demuestran que los actuales editores están equivocados y que cuando un lector se encuentra con una buena obra, siempre la enfrentará y le parecerán fascinantes las propuestas de construcción que se le proponen.
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