Podríamos definir la trama de "La sirvienta y el luchador" (Tusquets Editores, 2011) de la siguiente manera: una mujer --la sirvienta-- descubre que puede intentar ubicar y salvar al hijo de sus antiguos patrones, que ha sido secuestrado por la policía, donde ella tiene un antiguo pretendiente --el luchador--. Al hacerlo, por casualidad descubre que su nieto lucha ilegalmente contra el gobierno y que, además, ha herido de muerte al antiguo pretendiente. Por otro lado, su hija, alejada de la política, consigue un trabajo en el Hospital Militar, que la llevará a sufrir un atentado donde, sin saber que su madre está allí, participa... su propio hijo. La sirvienta, más o menos enterada de todo, sufrirá por los acontecimientos y sus protagonistas, sufrimiento y secretos que no puede revelar a nadie.
Visto desde este punto de vista, la trama de la novela se asemeja mucho a un culebrón, llena de esas casualidades que uno piensa que en la vida real no existen, que no se dan o, si ocurren, acaecen muy lejanas en el tiempo unas de otras.
La verdad es que uno considera --desde su precario modo de ver las cosas-- que el autor fuerza un "poquito" la trama, porque qué tiene que andar la sirvienta metiéndose en un centro de represión policial para salvar al hijo de sus patrones, en especial si son ricos y tienen un montón de contactos. Al contrario, sí que es creíble que un estudiante pobre termine participando en los grupos armados que se oponen a una dictadura o que una enfermera, sin importarle lo que suceda, busque un mejor trabajo aunque sea en el Hospital Militar, todo para darle mejor vida a su hijo y a su madre. Que todos estos elementos se den en el mismo momento no ayudan mucho a la verosimilitud, puesto que la tragedia se hace demasiado grande... Sólo falta que alguien quede ciego y que pierda a su bebé, ironías aparte.
En cambio, la fuerza de la narración nadie puede discutirla. Castellanos Moya es un maestro de la tensión. Es indudable que a esto ayuda el universo cerrado que crea. Pareciera que todos los males vienen de una misma familia que se autofagocita (y qué es sino eso una dictadura), por ende, el choque o encuentro de los personajes, siempre saca chispas. La novela se lee sola, tiene mucha visibilidad, mucha acción, todo ocurre en un abrir y cerrar de ojos, y los muertos van y vienen como en el viejo oeste americano. Sin temor a equivocarnos podemos aseverar que Castellanos Moya ha escrito un western contemporáneo lleno de casualidades, sí, pero también como una geografía implacable de lo que fue El Salvador y toda Latino América en las décadas del '70 y el '80.
Otro aspecto a destacar es que el autor no le hace ascos a mostrar la violencia y la degradación ética, en especial, de aquellos que se sienten todopoderosos, intocables, más allá del bien y del mal. Dicha violencia se transforma en un medio para, primero, conseguir y, luego, mantener el favor del poder. Al final, quienes ejercen la violencia son tan prisioneros de la dictadura como los propios perseguidos y torturados, aunque ellos no tengan la perspectiva suficiente para verlo.
Para concluir, encuentro notable el poder metafórico de los dos personajes principales. La sirvienta no deja de ser un símbolo de la bondad y la ingenuidad, condiciones en decadencia en el universo donde vive, y que se complementa con el luchador, que de alguna manera sigue viviendo en el pasado donde fue un personaje famoso arriba del ring de lucha libre, donde todo no era más que una pantomima. Y en el fondo, esta novela es eso: el despertar de los personajes a la realidad y descubrir que en el campo de batalla donde se desarrolla su vida, ya no hay ficción: el luchador ya no se levantará más de la lona y el público descubrirá que la sangre que corre es real y junto con llevarse la de los luchadores, también se lleva la propia. Al fin de cuentas, "La sirvienta y el luchador", con todas sus casualidades, que perfectamente se pueden obviar al concluir la lectura, no es más --ni menos-- que una fabula brutal de la violencia.
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