martes, 18 de agosto de 2015

Una poeta silenciosa y certera



Lola Torres Bañuls es una española nacida en Marruecos que desde hace tiempo viene ganando premios de poesía que se pueden considerar menores, si menores son los premios que no suelen estar arreglados por los editores que todos conocemos. Su recorrido comenzó en el taller de poesía de la Escuela de Escritores. De allí, se lanzó a escribir silenciosamente, en una localidad de las afueras de Valencia. Lo ha hecho con constancia, pero sin entrar en ningún grupo constituido que la pueda ayudar a brillar. Lola escribe lo que publica y lo que publica se conoce o no por sus lectores. Nadie con cierta importancia ha hablado de ella porque sea su amigo. Hay libros que ni siquiera han aparecido reseñados. Esta es la dinámica de la crítica española. Si te conozco, te leo y te critico. Si no te conozco, ni siquiera te doy una oportunidad. Digámoslo de otra manera: si Roberto Bolaño no hubiese sido narrador, si sólo hubiese dependido de su poesía, sería un desconocido, por más premios que se hubiese ganado. De eso hablan bien esa montonera de premios "chicos" que ganó y que no lo ayudó a salir del anonimato.

Lola Torres está en ese mismo camino. El del anonimato, el del silencio, no porque no sea una buena poeta. No porque sus palabras sean innecesarias. Sino porque nadie que la lee, escribe. Ya no hablemos de los que no escriben. Pero Lola Torres merece ser leída, comentada, criticada. Su obra es seria, tanto como la de las y los poetas que aparecen en redes sociales y publican en Visor, Hiperión, Pre-Textos y otras editoriales similares. Porque la obra de Lola Torres es igual de buena y en algunos casos, mucho mejor.

Un pez en agua turbia, su libro más reciente, ha sido merecedor del XIX Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina y publicado por Vitruvio, editorial de catálogo disparejo, pero que no arregla concursos, lo que sin duda es un gran mérito. Es el tercer premio que recibe su autora. Es la tercera muestra de su seriedad, de su compromiso poético, de su calidad. El conjunto de poemas comienza con un texto donde reconoce las influencias y la admiración hacia las que son las mejores poetas españolas de la actualidad: Olvido García y Chantal Maillard. Luego, con un verso ajustado, breve y libre, lleno de imágenes y metáforas, realiza una reflexión del camino de la escritura, de su importancia, de la imposibilidad de decir y del estremecimiento del encuentro con el mundo que solo se da cuando se habita este lugar transparente y extraño hecho de palabras.

El libro se divide en tres partes: Palabra, Paisaje y Muerte. Es una división temática, pero solo relativamente, porque, al completar el libro, descubrimos que la palabra muestra un paisaje, pero nunca el paisaje deseado, por lo que a la palabra la habita también la muerte. Esta titulación, en sí misma, es una declaración de intenciones y un símbolo, donde la palabra es la moneda de dos caras, donde el paisaje refleja la vida y la muerte, eso que es la vida después de serlo, un lugar misterioso y evocador.

Pero hay algo que hace interesante la poesía de esta autora. Se trata de que ha desarrollado, con el paso de los libros, una voz anclada a sus influencias, pero también personal. Incluye ésta la autoreferencialidad del poema, el cuestionamiento por la palabra poética, tan de moda en estos momentos, pero sin caer en la serie de lugares comunes en el que caen muchos poetas --jóvenes o no--, ni en el proselitismo panfletario; al contrario, su acercamiento al hecho poético si bien es similar de otros autores, posee una ternura, una delicadeza particular. Lola Torres no solo habla de la palabra, de su problemática y su misterio, sino que su palabra es en sí misteriosa y mágica:

Son trocitos de palabras dentro
que dejan surcos
que van abriendo paso a la ternura
al dolor
a la memoria
Trocitos dispersos por las arterias
hasta llegar a la médula
y allí brotan
se convierten en venillas
que rozan el recuerdo
y todas esas cosas que uno escribe
sin pensar.

[página 13]

Es así como esa ternura nunca es cursi, acercándose, pero de una manera más abreviada, al aliento vallejiano.

El paisaje de Lola Torres más que un lugar exterior, es un lugar interior. Los ojos son los que le dan entidad al mundo. Y desde los ojos, las palabras. Al igual que la primera parte, el recuerdo, la memoria ocupa un lugar preponderante en la forma de entender la vida. El futuro es futuro por su pasado. El paisaje es paisaje por aquello que reverbera de antiguo, de añejo ante los ojos. Funciona aquí el pasado inmediato y la memoria de lo visto y vivido. De esta forma, el poeta es, constantemente, un creador de mundo, pero un creador paralítico, que depende de lo que su memoria le ofrezca. Por eso mismo, los paisajes causan frío, extrañeza y dolor, al mismo tiempo que pueden ser fugaces: un viento, una lluvia, una niebla pueden dar al traste con todo. Como decíamos, al fin de cuentas, es la palabra la que crea el mundo. La palabra es el recuerdo. La palabra abre los ojos a quien se abre al mundo. Por eso

Presiento
Hurgando en la palabra
Luciérnaga, árbol, piedra
y la más silenciosa de todas: vuelo

Adentrándome en el símbolo puedo escuchar
el zumbido de la abeja
el gorjeo del agua
sin entender su claridad

[página 52]

Retazos de Paul Celan y de Gonzalo Millán: una buena reducción culinaria de ambos.

Sin duda la parte más estremecedora es Muerte, porque allí está toda la muerte: la de quien se ama, la del mundo, la de la memoria, la de la palabra, la propia. Trabajados con la misma delicadeza, estos poemas terminan por ofrecernos una única posibilidad para pervivir. Ya no la descendencia. Ya no el mundo. La palabra que se multiplica, que permanece, la palabra que hace fértil la memoria, la palabra que vence al dolor y que nos permite seguir hacia adelante:

Dejarme arrastrar
sin ofrecer resistencia
Dejarme

Las aguas
El fango
Ecos
Restos de mí sobre la superficie

El murmullo del agua
en mi garganta

La corriente arrastra
migajas de pan

Queda la voz.

[página 95]

Queda la voz. Y si queda la voz, nos salvamos.

Lola Torres Bañuls no es una muchachita atrevida con rastas, ni dirige una revista con dinero público, quizá no usa bikinis, ni hace vida de diletante. No ha ganado becas. No pertenece al mundillo de la "literatura", ni menos es profesora universitaria. Es simplemente una trabajadora y dueña de casa que un día sintió el temblor de la poesía, el de la poesía de verdad, como sintió el temblor de la narrativa Alice Munro en su día. Lola Torres Bañuls debería estar mejor publicada, ganar mejores premios, aparecer en la sección literaria de los periódico y las revistas, ser invitada por el Cervantes a leer sus textos a diferentes países del mundo. Pero, lamentablemente, esto es España y no Estados Unidos. Lo único que nos queda es leerla, leerla y leerla. Quizá, si lo hacemos, se nos pegue un poco de ese temblor, sincero y agudo, que habita sus poemas.

Un pez en agua turbia
Dolores Torres Bañuls
Editorial Vitruvio
Madrid, 2014.
102 páginas.


1 comentario:

Eduard Josep Gay Gay dijo...

Como Bibliotecario de Polinyà de Xúquer, donde tenemos la suerte que viva Dolores Torres, te agradecemos el artículo que le dedicas, compartiendo contigo los comentarios iniciales referidos a la difusión de autores. Gracias por tu artículo una vez mas.